lunes, 10 de agosto de 2015

El día que mi barbie perdió la cabeza...

Hoy es un cálido (muuuuuy cálido) día y estoy disfrutando dándole un baño a mi primera muñeca rescatada del mercadillo. La pobre está hecha polvo, al igual que mi primera barbie ha perdido la cabeza; aunque ahí terminan todas sus similitudes.

Mi primera barbie era una superstar con la que yo jugaba muchísimo pero siempre con mucho cuidado y la guardaba con cariño y delicadeza en mi cajón de juguetes. De no ser porque terminó accidentalmente descabezada hoy estaría en perfecto estado y no exagero. Yo era una niña muy cuidadosa con mis juguetes (en la actualidad soy más desastre con todo).


Desconozco que vida habrá llevado esta desdichada antes de que nuestros caminos se cruzaran pero seguro ha sido una vida dura para una muñeca. Su cuello no está roto, pero le falta el gancho interior que le sujeta la cabeza. Tiene una mano deformada, pintura en cuerpo y cara, suciedad por todos lados, el pelo se lo han cortado malamente y lo tiene sucio, con jirones de mechones.

A pesar de que han pasado casi dos décadas todavía conservo con gran detalle el recuerdo en mi memoria. Ese día se me cayó el alma a los pies. Por primera vez en mi vida quise detener el tiempo, que se parase el mundo y girase hacia atrás... ¡aquello no podía estar sucediendo!

Mi preciosa, mi adorada barbie con la que yo dejaba volar mi imaginación y sentía que mis sueños tenían alas con las que yo volaba y lo imposible se hacía realidad... ese día mi princesa rubia dejó de volar conmigo.

Para aquella niña fue una tragedia, mis sueños se rompieron y la imperfecta realidad adquirió una  fuerza infinita que todo lo llenaba irremediablemente. Aquella muñeca era realmente muy especial para mi.

Mi padre intentó en vano arreglarle el cuello, pero mi muñeca estaba "clínicamente muerta". Como en la vida real, la vida rosa de mi primera barbie acabó trágica e inesperadamente en un accidente fortuito, en un cara a cara con el que debía ser su príncipe azul: He-Man.

Es irónico que siendo el "bueno de la película" y estando en el mismo bando que mi muñeca, fuera él y no Skeletor quien me dejara sin ella. Aunque claro, la mano que manejaba su espada era la de mi hermano, quien se quedó blanco al ver "la que había liado" con sus ganas de pelea.

Si te estás preguntando qué hacía mi barbie luchando con He-Man ya somos dos. La verdad no recuerdo el porqué exacto, aunque creo que fue porque mi hermano quería implicar tanto a He-Man y sus amigos, como a Skeletor y a todos sus sicarios en las aventuras que se sucedían en nuestros juegos; con la diferencia de que esta vez yo sólo tenía ojos y manos para mi amada barbie y él acabó peleándolos a todos contra una.

Muchas veces jugábamos mi hermano y yo con sus masters del universo incluyendo a sus chicas, pues tenía a She-la (la buena, la amiga de He-man) y a Eve-lyn (la mala); y lo pasábamos genial horas y horas de diversión.

En cambio si quería jugáramos con mi barbie, mi hermano, que era dos años menor que yo, no estaba interesado. Le resultaba muy aburrido jugar con muñecas a "juegos de chicas adolescentes". Por suerte (aunque debería decir por desgracia viendo el resultado) encontré una opción intermedia para congeniar nuestros intereses y poder jugar juntos: incluir a mi barbie en el bando de los buenos.

Y todo iba bien hasta He-man se topó con el cuello de mi barbie y zas... se quebró dejando caer su cabeza para siempre jamás. El príncipe azul se convirtió en rana y las lágrimas brotaron de mis ojos pero mi padre cual superhéroe de película acudió presuroso en ayuda de la víctima.

Sin embargo, tras varios intentos de pegarle el cuello y devolverla a la "normalidad" o algo parecido, no hubo ni encantamiento ni pegamento alguno que revertiera aquella tragedia. Y la magia de mi niña se apagó para siempre...

Sucedió que mi madre encontró lo que en sus propias palabras era la solución: "a rey muerto, rey puesto". Y me prometió que tendría una barbie igual. Claro que lo de IGUAL, lo entendimos diferente jajaja Por una muñeca igual ella entendía que bastaba con que fuera una barbie, al fin y al cabo por aquel entonces para ella todas eran rubias y de ojos azules.


Pasó el tiempo y yo guardaba con celo mi preciado tesoro, descabezada, aunque en mi corazón seguía siendo mi compañera fiel. Hasta que un día llegó la nueva barbie, envuelta para regalo por mi cumpleaños.

Emocionada la abrí presurosa pero... ¡oh terror! No se parecía en nada. Cierto que tenía el mismo molde de cara, pero entonces todas eran así y yo sólo veía que una impostora de pelo rizado con dos tonos de rubio pretendía sustituir a mi idolatrada rubia de pelo liso y súper claro.

A mis ojos eran como el día y la noche porque me pasé toda mi infancia deseando tener el pelo liso y fácil de peinar como mi madre en lugar de rizoso y enredoso y sufriendo tirones con el cepillo como era mi caso. Quise descambiarla, pero mi madre me hablaba de lo bonita que era la nueva, mejor que la primera por su ropa, etc. Y cuando quiere sabe ser muy persuasiva.

Entonces se me ocurrió pedirle a mi padre que les cambiara las cabezas para conseguir así revivir a mi primera niña. Pero se negó porque se podía romper y luego sólo tendría dos muñecas descabezadas. Y eso lo comprendí perfectamente porque yo  misma no quería ver otro cuello roto.

Me negué a resignarme y me esforcé mucho en alisarle el pelo, intenté que se pareciera a la primera lo más posible pero la "maldita" tenía el pelo súper rizado y ni mojándoselo ni estirándoselo con todas mis fuerzas conseguí sacarle aquellos rizos.


Mi nueva Barbie, que era una Super Style tenía algo en común con mi Skipper: rizos en el pelo. La hermana de Barbie que yo tenía era Skipper Jewel Secrets, quien con su pelo lleno de tirabuzones me tenía ya bastante disgustada y saturada de rizos.

Pero con la llegada de la nueva, de la impostora, el pelo de Skipper me empezó a gustar un poquito y luego un poquito más. Su color era como el tono oscuro de la impostora y aunque tenía el pelo lleno de tirabuzones, no lo tenía realmente rizado.

A ella sí conseguía alisárselo temporalmente a base de peinarla y peinarla. Y por eso la hermana de barbie pasó a ser mi favorita. Pues como dice el refrán "otro vendrá que bueno me hará". Pero ya nunca volvió a ser lo mismo, porque ahora tenías rizos y tirabuzones en lugar de mi adorada barbie de rubia y lisa melena rubia. 

Como la esperanza es lo último que se pierde, a pesar de los esfuerzos de mi madre porque lo tirase, durante mucho tiempo conservé el cuerpo con el cuello roto en mi cajón de juguetes. Me ponía muy triste verlo separado de la cabeza y años después las palabras de mi madre me convencieron.

Afortunadamente, fuí testaruda como una mula y me negué a tirar la cabeza. En cierta forma conservar su cabeza era conservarla a ella y los buenos momentos vividos. Un día cuando pueda traerla de casa de mis padres le haré algunas fotos (o miles). Ahora que sé como cambiarle la cabeza a una barbie mi niña podrá volver a la vida, lo único que me lo impide es que tras tantos años no sé exactamente dónde está ¿la habrá tirado mi madre? Ella me ha dicho que no.

¡Qué recuerdos! Y es el día de hoy y he de reconocer que mi segunda barbie me gusta, de hecho me gusta muchísimo y lo que es gracioso: ahora de adulta me gusta más que la primera. Me encanta su pelo en dos tonos de rubio, con sus rizos. Su ropa es preciosa y da más juego.

Quienes seguís mi blog sabéis que me encantan las barbies con el pelo rizado, como Nikki y Nikki Albino Fashionistas, con las cuales recientemente he hecho unas fotos cantando bajo la lluvia con la albina y un duelo de moda con ambas.

Esto es así gracias a que me he ido reconciliando con mi propio pelo al crecer y especialmente gracias a un gran invento llamado gel fijador jajaja ¡adiós a los pelos de leona! Y ahora puedo decir que afortunadamente mi primera barbie perdió la cabeza y así fue como mi segunda querida niña llegó a mis manos.

Y todo esto ha venido a mi mente a raíz de darle un baño a mi primera barbie rescatada... la encontré en el mercadillo y estaba tan mal la pobrecilla mía que no me la iba a traer, pero el hombre que la vendía me vio mirándola y enseguida me dijo sin yo preguntarle que me la vendía por 50 céntimos. Y por ese dinero no podía dejarla allí, pero esa ya es otra historia que os contaré otro día.

Muchísimas gracias por leerme, comentar y seguirme.

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Hasta pronto y ¡feliz colección!

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